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Calidad de servicio en tiempos COVID-19
Quim Eugene’s
Es incuestionable categorizar la logística como un servicio, y la calidad del mismo determina la aportación a la cadena de valor, que en tiempos pandémicos se torna crítica para prevalecer.
Ofrecer un servicio de calidad tiene un coste, cuyos estándares determinan la necesidad de gasto. Desafortunadamente en logística, la regla de a mayor inversión mayor rendimiento no suele funcionar, la calidad de servicio no se compra, es un intangible particular de cada casa, que se debe cuidar. Claro está que el espectro corporativo o estilo de empresa determinan los patrones en los que se sustenta la calidad, pero en realidad a fin de cuentas, somos seres humanos los que ofrecemos el servicio. En este mundo actual de digitalización galopante e incesante, se pronostica que en breve mucha Inteligencia Artificial y Robots informáticos empezarán a substituir muchos puestos que actualmente, y de toda la vida, han llevado a cabo humanos. Un software puede resultar más preciso y eficiente pero, ¿qué le destaca en calidad de servicio a un humano?
Con la incipiente amenaza global de segunda oleada pandémica de COVID19, todo vuelve a oscurecerse un poco para la Humanidad. A pocos países parece seguir yéndoles bien. Nuevos confinamientos forzosos podrían acabar de resquebrajar las débiles estructuras que ostentamos en nuestro país. Comparativamente parece que podemos salir más esquilmados que la mayoría de "grandes países" y no se vislumbra un futuro esperanzador. Es esta incertidumbre, a la cual ya parece que nos estamos acostumbrando, la que realmente cohíbe y hace daño. Este COVID19 todo lo pervierte y alteró. Evidentemente nadie conoce el futuro, pero en tiempos de estabilidad y progreso, las expectativas suelen ir mejor encaminadas que en momentos de caos y pavor. Especialmente España está dando una imagen internacional de pollo descabezado que esperemos se pase rápido. Un bochorno. Estos ridículos a nivel país, y la ineficaz e ineficiente gestión de crisis han derivado en una situación compleja en la que a uno se le quitan las ganas, pero hay que tirar para adelante. En este tipo de escenario, ofrecer un servicio de calidad no es humanamente sencillo hacerlo al 100%. A diferencia de los programas digitales, nosotros no podemos obviar el aspecto emocional en nuestro comportamiento y rendimiento, y este mal fario que impera en España desde hace demasiados meses, envenena nuestros ánimos, aunque sea inconscientemente, no podemos dar lo mejor de nosotros mismos, todo el rato como se debe. Las percepciones, evaluaciones y valoraciones de la calidad de un servicio, también se ven sesgadas por el ambiente. Quizás ahora apreciemos unos aspectos del servicio bien realizado, que antes de esta Nueva Realidad ni teníamos en consideración, o viceversa, todo depende del prisma, situación y resultados. Es deber de los dirigentes empresariales y públicos mantener a los empleados motivados para seguir ofreciendo un servicio de calidad, no mínimos. Con tanta pandereta que tenemos por todas las esquinas, nos hemos profesionalizado en poner excusas, achacar la culpa a otro, escaquearnos y probar el "si cuela, cuela", en demasía. Los clientes, pagan por servicios de calidad, no están dando donativos de caridad a ONGs. España éramos país de servicios, pues ahora toca dar el do de pecho y optimizar la satisfacción de cliente como objetivo nacional primario. El COVID19 puede matarnos, pero no lo que somos ni cómo lo hacemos, hagámoslo mejor. |
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