Cómo ha cambiado el panorama de nuestras comunicaciones profesionales estos días. Antes teníamos de fondo sonidos de impresora, repicar de teclas y timbres de teléfono. Ahora tenemos ladridos, gritos de niños y lavadoras. O bachata, que los niños están haciendo zumba en el salón… porque cuando se podía salir, no pasaba nada por echar la tarde en el sofá, pero ahora parece que si no haces sentadillas, eres un irresponsable. Pero bueno, no seré yo quien discuta eso, que tengo la casa llena de cachivaches deportivos (esta línea es para ahorrarme reproches de madre y suegra -os quiero-).

Y todo esto está bien. Es humano. El panorama es aún más divertido cuando hablamos de vídeo conferencias. Uno se intenta poner medio bien para aparecer digno en pantalla. Y profesional. Al menos en la parte de arriba: camisa y repeinado a la vista, pero con pantalón corto y Cotorruelos debajo de la mesa. Aprovecho: aunque estemos en casa, estemos bien. Si estamos trabajando, hay que estar digno. Vestirse decentemente. Bien peinados, aunque nadie nos vea por la cámara del ordenador. Ser más humanos está bien. Oler a humanidad, no.

En fin, solo quería decir que escuchar esos "nuevos sonidos" de fondo en las llamadas de trabajo no está nada mal. Niños, familia, risas o lloros, como nuevo contexto para el negocio.

Todo esto no es poco profesional. Es humano. Y, sinceramente, cuando soy yo el que está al otro lado (cuando soy yo quien escucha al niño/perro/lavadora del otro), me sonrío y me noto hasta más cercano con ese interlocutor. Porque lo que hasta ahora solo era profesional, se ha transformado, felizmente también, en personal.