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Tropiezos
Las focas no saben nadar
Dado nuestro estado post primera prueba de bañador, decidimos tomar medidas drásticas. Nos apuntamos a la piscina.
Llegamos tan nerviosos que nos metemos en el agua con las chanclas y sin ducharnos, es que las prisas son muy malas. Volvemos a salir más rojos que un tomate, para luego poder sumergir, nunca mejor dicho. A las tres vueltas, no podemos más, nuestro trasero debe ser muy musculoso (porque dicen que la grasa flota y esta parte voluminosa de nuestro cuerpo no adopta la posición horizontal a pesar de nuestros esfuerzos).
Nuestros compañeros de calle nos miran mal. Pero no tenemos la culpa de que en esta piscina haya mil personas nadando. Es muy difícil, y peor parte nos hemos llevado nosotros que ese señor del bigote nos ha metido el pie en la boca, nuestra intención no era atropellarlo, además, tampoco tenemos la culpa de que las partes púdicas de aquel otro, se hallan metido en la trayectoria de nuestra mano, tendría que haber entendido que con tropecientos miles de seres no se puede nadar de espaldas a lo Esther Williams. Pensándolo bien, esta es la única piscina en la que se podría practicar el surfing, con tantos seres humanos chapoteando al mismo tiempo, hay unas olas la mar de espléndidas, tanto que corremos el peligro de acabar como el Titanic. Asi que nos vamos, estamos hartos. Salimos, de la rabia que llevamos agarramos la toalla con tal fuerza y mala suerte que la llave de las taquillas, sale volando y va a caer justo a la piscina. Ahora que! No podemos salir con esta facha, que con el gorro parecemos el hombre bala. Nos quedamos petrificados, sin reaccionar. La única salida que ilumina nuestra cabecita es salir a recepción a pedir auxilio, pero tenemos que cruzar el gimnasio, incluida la sala de pesas. Nos morimos. La toalla es escuálida y no tapa lo suficiente. Nunca nos podíamos imaginar que las focas nadaran tan mal. |
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