|
|||
|
|||
|
Tropiezos
Ópticos
Estamos en una óptica, ese lugar de alta tortura en el que un ser humano con bata blanca te mete los deditos en los ojos con total impunidad.
Mientras esperamos a que nos atiendan respiramos ese aire totalmente desodorizado, que parece puro engañosamente, allí conviven seres totalmente relajados, algo contradictorio con nuestro ánimo, que hemos llegado como hemos podido, después de haber conseguido hacerle un hueco en nuestra agenda milagrosamente. Después de esperar cinco minutos pensando en nuestra carrera frustrada de ópticos y lamentando lo que se ha perdido esta ciencia con nosotros, de repente vemos un panel, lleno a repletar de gafas de sol. Dios mio! allá voy! Cómo una exhalación nos disponemos a probarnos todas lentes del local, acción infructuosa porque como vamos solos y con ellas no vemos ni torta todas nos parece que nos quedan estupendamente aunque simulemos con ellas a la mosca de la tele, sólo cuando miramos el precio nos damos cuenta de lo tontos que estamos. En fin, este es uno de los problemas de ser pobre, que lo de los emporios y esos lujosos nos queda de miedo pero nuestra economía nunca bien saneada, jamás nos lo podrá permitir.
Con una extraña sensación de lo más frustrante, nos volvemos a sentar para satisfacción de los dependientes que estaban a punto de llamar a Seguridad. Esperamos. Suena nuestro nombre. Seguimos a un ser de blanco que nos sienta en un sillón a modo de juicio final y nos pone toda serie de artilugios delante de nuestras bolitas enfermas, que si qué letra es está, que si mira aquí mientras te meto el dedo allá, y toda una suerte de perrerías que no se las aceptaríamos a nadie. En un momento determinado cuando parece que se acaba el castigo oímos su voz que dice: "te vamos a echar unas gotitas para ver mejor tu ojo". Adiós muy buenas, al momento no vemos absolutamente nada a un palmo de nuestras narices, y tiene la cara de decirnos que nos demos una vuelta por ahí. ¡Pero bueno! esta gente no tiene conciencia, pero si no nos han dado bastón ni nada, cómo vamos a salir a la calle si no vemos ni tres en un burro. Te espera un buen rato en la calle para vender cupones, y menos mal que no nos vemos porque llevamos los ojos como un oso panda con los chorretones de las dichosas gotitas y unos pelos como si hubiese pasado el Micht por nuestra cabeza con tanta probatura de gafas. |
|
© 2017 Valenmar S.L.
|